El primer artículo de este nuevo bitácoras está dirigido a uno de los mejores deportistas españoles de los últimos veinte años: Rafael Nadal. El tenista de Manacor se ha convertido, gracias a su tenacidad y a la labor de entrenamiento de su tío Toni, en el número dos del mundo, con tan sólo 21 años. El destino ha querido reunir en la misma década a (posiblemente) los dos mejores tenistas de todos los tiempos. Nadal y Roger Federer son, actualmente, los dueños del circuito ATP. Los dos deportistas, prácticamente, se reparten la tarta de los Masters Series y han protagonizado las mejores finales de la historia del tenis. Y no exagero. La última final de Wimblendon, en la que Federer se presentaba como favorito a reeditar el título, se fue a cinco sets y el encuentro tuvo tal nivel, que hasta los tabloides ingleses (tan reacios siempre a ensalzar cualquier éxito hispano) elevaron a las alturas una final que ellos mismo consideraron como la mejor final de todos los tiempos del torneo londinense.El suizo es el tenista más completo que han visto mis ojos. Seguramente, esté siendo injusto en mis apreciaciones, pues debido a mi juventud (25 años) no he disfrutado de grandes leyendas del tenis mundial como Bjon Borg, Ivan Lendl o John Mc Enroe, por poner un ejemplo. En cambio, mis ojos han contemplado el tenis aplastante de Pete Sampras, la técnica de Boris Beker o la pulcritud de André Agassi. Aunque, como reza el tópico, las compareciones son odiosas, creo que estos tenitas, que han sido de lo mejor del tenis mundial, son algo inferiores a nuestro Rafa y al dandy de las pistas, míster Federer.
Papá, ¿quién era Rafael Nadal?
Como suele suceder con este tipo de asuntos, valoraremos en mayor grado las hazañas de nuestro paisano con el tiempo. Cuando nuestros hijos nos pregunten quién era Rafael Nadal, les hablaremos como hoy lo hacen nuestros padres de los grandes deportistas nacionales que crearon una cultura deportiva en nuestro país. Los Perico Delgado, Paco Fernández Ochoa, Luis Suárez, Ángel Nieto, Juan Antonio Corbalán, etcétera, establecieron una base que estimuló a todos aquellos chavales que se plantaban delante de sus televisores para vibrar con el deporte.
Nosotros hoy lo hacemos con nuestro Rafael Nadal. Porque ¿quién no ha disfrutado como un enano viendo las tres finales consecutivas que ha ganado el manacorí? Ese derroche de fuerza, esa pasión en cada punto, el despellejarse por llegar a una bola a la que cualquier mortal no alcanzaría, o esos latigazos que desesperan a sus rivales, se almacenan en mi mente y, llegado, el día, yo les contaré a mis hijos que tuve el privilegio de ver jugar a uno de los mejores deportistas que ha dado nuestra patria: Rafael Nadal Parera.
